El día que decidí que volar sería mi vida.
Mentiría si dijese que no he sido afortunada. Desde que era muy pequeñita he tenido la oportunidad de viajar todos los veranos a diferentes lugares acompañada de mis padres y hermanos.
Mi hermano mayor pálido dos noches antes de iniciar las vacaciones, por su temor incontrolable a los aviones. Mi hermana leyendo los lugares que no podemos dejar de visitar y mi otro hermano luchando por aparentar tranquilidad y valentía desde el cierre de puertas del avión.
Yo sin embargo disfrutaba de cada pequeño instante, desde las inmensas colas para facturar nuestro interminable equipaje, hasta cada detalle del avión, azafat@s, comidas etc...
A medida que pasaban los años, y con ellos aumentaban discretamente mis horas de vuelo la respuesta a la tan formulada pregunta: ¿Qué te gustaría ser de mayor? Iba variando, desde tendera, veterinaria, actriz, bióloga marina, policía y hasta que por fin lo vi claro, Auxiliar de vuelo.
Realmente lo pienso detenidamente y siempre lo he tenido claro desde mi primer vuelo a Canarias, aun era muy pequeña para darme cuenta de mi pasión por aquel entonces, pero mi madre (que las madres todo lo saben) ya veía en mi algo especial cada vez que subíamos a un avión.
Amo mi profesión, después de 8 años e innumerables experiencias, recomiendo a todos aquellos que disfrutan cuando viajan, que les apasiona el ver caras diferentes a diario, personas amables, extrovertidas en definitiva divertidas y responsables, que probéis este trabajo, probablemente nunca querréis colgar vuestras alas.