El cielo es un pañuelo
05/09/2012Un café en Piazza Navona.
Había estado todo el día pensando en ese momento y por fin había llegado.
Después de un buen madrugón y de tres vuelos llenos, habíamos aterrizado en Roma a las cinco de la tarde. Teníamos veinte horas por delante para disfrutar de la ciudad así que decidimos hacer un poco de turismo y tomarnos el ansiado café en una de las plazas más bonitas de la ciudad.
Era el momento perfecto. El sol empezaba a ponerse, el calor ya no era agobiante y además estaba en compañía de una buena tripulación.
Sentados en una de las terracitas de la plaza, disfrutábamos de aquella variedad de cafés. Sobre la mesa había caffè lungo, ristretto, late macchiato, espresso y mi capuccino. Siempre me llamó la atención la cantidad de cafés que tienen en Italia, porque en España básicamente nos limitamos al solo, largo, con leche y cortado. Los demás los hemos ido heredando de otros países.
La plaza estaba llena de gente. Algunos ya empezaban a cenar y otros simplemente disfrutaban del atardecer con una birra en la mano. Olía a pizza, olía a orégano, aceite de oliva y tomate. Me encanta ese aroma, para mí es el olor de Italia.
De repente escuché una voz familiar. No hablaba en italiano. Me giré y vi a otro grupito de 4 personas sentadas en la misma terraza que nosotros. Recuerdo que en ese momento, "la voz" también se giró y nos vimos.
- ¿DeHavilland? ¡No puede ser!
- ¿Piper? ¿Pero qué haces tú aquí? ¡Qué alegría!
- ¡Hace años que no te veo!
Fue uno de esos momentos de la vida en los que realmente de das cuenta de que el mundo es un pañuelo. Daniel DeHavilland había sido mi compañero en la escuela de tcp's. Hacía por lo menos seis años que no nos veíamos y prácticamente nos habíamos perdido la pista. Nos habíamos hecho muy amigos durante el curso, pero cuando empezamos a volar en compañías diferentes, fuimos perdiendo el contacto.
Aquel noche fue especial. Dos tripulaciones de dos aerolíneas diferentes, se juntaron para compartir las experiencias del día. DaHavilland y yo nos pasamos horas recordando las anécdotas por las que pasamos cuando estábamos en la escuela para obtener el certificado de tcp.
Con la cantidad de ciudades a las que volamos, nos fuimos a encontrar en Roma. Con la cantidad de plazas que hay, coincidimos en Piazza Navona. Y no solo eso, si no que de todas las cafeterías de la plaza, nos encontramos en aquella terraza.
Lo recuerdo como una de las mejores noches de mi vida.
¿Es o no es el cielo un pañuelo?